miércoles, 26 de junio de 2013

Alianzas Indeseables


Un poderoso león, que imponía con su enorme fuerza un poder tiránico sobre el resto de los animales del bosque, fue esquilmando tanto las presas de las que se alimentaba que cada vez le resultaba más difícil conseguir cazarlas. Observó cómo el lobo y la zorra, que eran animales mucho más pequeños, conseguían con  astucia y poco esfuerzo su comida cada día. Así que un día los llamó.
Acercáronse temerosos los interpelados al león.
- Oídme, dijo el león, he pensado que si nos asociamos conseguiremos nuestra comida con mucha mayor facilidad y eficacia. Vosotros que sois muy astutos perseguiréis a las presas abiertamente, no con el sigilo con que lo hacéis ahora, y así, estas que al veros creerán que pueden huir fácilmente, correrán confiadas hacia donde yo estaré acechando. Allí las abatiré de un zarpazo y no podrá escapar ninguna.


El lobo se mostró entusiasmado. El plan le parecía perfecto y además, pensaba, su importancia entre los demás animales crecería grandemente al saber todos ellos que estaba asociado nada menos que con el león. A la zorra el asunto le parecía menos halagüeño, pues ella no necesitaba asociarse con nadie para conseguir sus propósitos, pero no podía enfrentarse al lobo y al león. A uno tal vez consiguiera eludirlo, pero no a los dos.
Al despuntar el alba, pusieron en marcha su plan. En muy poco tiempo, los demás animales fueron cayendo uno tras otro bajo las garras del león, espantados y dirigidos por la zorra y el lobo. Tanto es así, que aún no era el medio día y el montón de presas abatidas era tan grande que decidieron poner fin a la cacería.

Aunque el hambre del león era felina, se contuvo y pidió al lobo:
- Para que veáis que soy un aliado leal, prefiero que sea el lobo el que haga el reparto de la caza para que podamos comérnosla.
El lobo henchido de orgullo, procuró hacer tres montones prácticamente iguales, y muy ufano se dirigió al hambriento león:
- Observa que iguales son los montones.  Uno para ti, otro para la zorra y el tercero para mí.  No dirás que no es justo el reparto.
Al león aquello no le pareció nada bien, pues no estaba seguro de poder aplacar su hambre con el montón que le había asignado el lobo, que además le parecía a él el más pequeño. Así que de un zarpazo aplastó al lobo contra un árbol y lo agregó sin ningún apuro a uno de los montones. Entonces dijo a la zorra:
- Creo, querida amiga, que el lobo no sabía repartir la caza, mejor hazlo tú.
La zorra se dirigió al león sin titubear:
- Poderoso león, como ya están hechos los montones creo que sería más justo que lo repartiéramos así: el primero te lo puedes comer para desayunar, pues aún es muy temprano y tendrás hambre; el segundo lo comerás a medio día, y el tercero debes guardarlo para la cena. Yo me conformaré con tus desperdicios.
Maravillado el león con la propuesta de la zorra la felicitó sinceramente y le preguntó:
- Amiga zorra, ¿dónde has aprendido a repartir tan sabiamente la caza?
- Aprendí, poderoso león, dijo la zorra, con el zarpazo que le diste al presumido lobo.
-
Quería Esopo advertirnos de lo inconveniente que es asociarse con personas o instituciones tremendamente más poderosas que uno. Nunca podremos exigir con éxito el fruto de nuestros esfuerzos.

Me permitiréis que lamente que nuestro Presidente del Gobierno, Aznar, no conociese esta fábula cuando decidió aliarse con los Estados Unidos contra Irak. Mi preocupación llegó a límites insospechados cuando oí decir al “ilustre” familiar del presidente americano aquello de: “esto tendrá muchos beneficios para la República de España”.

Ya sabía yo entonces que acabaríamos como el lobo de la fábula.

José Carlos Morenilla.

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