Ante la noticia de que el
próximo 1 de Junio estará disponible para su compra la cuarta novela de Juan
Gómez-Jurado “La
Leyenda del Ladrón” repaso su
obra como testimonio de mi ansiedad por reencontrarme con su literatura.
Tiempo
Cuando tratas de comprender la Teoría de la Relatividad desde la
seguridad que te proporciona la exactitud de la Física, la Química o las
Matemáticas, vas perdiendo batallas, una tras otra, y la realidad termina
asemejándose a un chicle donde nada es lo que parece. La longitud, la altura,
la distancia, las dimensiones, al fin, puede que no sean valores tan absolutos,
te dices. Pero ¡el tiempo!, ahí sí que no, ¡el tiempo es algo inalterable!
gritas, y Albert Einstein sonríe malicioso desde el más allá.
Digo esto, porque cuatro años pueden parecer mucho, según para quién y
según para qué. El tiempo, pienso, pasa volando cuando estás enfrascado en escribir
tu cuarta obra, una tarea intensa e ingente como es una novela de 700 páginas,
que muy probablemente eran muchas más, Documentación, borradores, correcciones,
exaltación, desánimo, dudas, atascos e incluso la rebelión de algún personaje,
que desde las páginas de tu propio escrito, amenaza con echarlo todo al traste…, hasta que al fin
el manuscrito se niega a dejarse corregir otra vez.
Y mientras tanto, a la pregunta: “¿para cuándo tu próxima obra?” Juan Gómez-Jurado contestaba amablemente a sus
lectores, discretamente a sus amigos, tranquilizadoramente a sus editores y
angustiosamente a sí mismo.
Obra
Antes de la esperada La leyenda
del ladrón Gómez-Jurado ha publicado tres obras. Los que no las han leído
corren el riesgo de tener que comprarlas, si la esperada cuarta novela es como
esperamos. Pero eso no les será muy gravoso porque pueden encontrarlas en
formato digital, del que el autor es un pionero defensor, a precios inferiores
a los dos €uros. Ocasión esta, con la que financiar la más que recomendable
compra de un soporte digital para su lectura y su biblioteca.
Estas tres obras anteriores son:
La obra
empieza con la descripción de un crimen, y alrededor de los hechos, van cayendo
como miguitas de pan las pistas de lo que es una intensa acción que te captura
inevitablemente hasta el final. No hay nada, sin embargo, que te avise de que
se trata de la primera novela de un autor que se enfrenta a la narración con la
maestría de quien toda su vida ha contado historias “tan ciertas como ésta”
cientos de veces. La peripecia transcurre en el Vaticano y a la vez que se
descubre al asesino, nos traza un retrato verosímil e interesantísimo de la
curia y demás secretos del entorno de los Papas.
La similitud del título es mera coincidencia. Ni personajes ni hechos ni lugares coinciden. Es una novela de aventuras, con constantes llamadas a la actualidad. Sus personajes están tan bien construidos que parece que con alguno al autor le gustaría confundirse, como en los cameos de Hitchcock. El desenlace es inesperado y, sin embargo, verosímil. Algunos episodios me recuerdan los relatos en los que la Oficina de Simon Wiesenthal conseguía atrapar criminales nazis. 400 páginas que se leen sin descanso.
El Emblema del Traidor.
Enlazando la ficción con un hecho histórico, el autor, desgrana en esta novela la realidad de la Alemania nazi y su influencia en la vida del conjunto de los ciudadanos europeos, pero sobre todo alemanes. Descubrimos la importancia que unos hechos sobradamente conocidos tuvieron en la vida de una sociedad floreciente en muchas cosas y truncada cruelmente por la plaga del pensamiento nazi. Esconde la obra un secreto, apenas esbozado en el inicio, pero que llega a torturar al lector en el trepidante desarrollo de la acción. 450 páginas que dejan el listón muy alto.
Éxito
Los que quedamos sorprendidos y embelesados con sus dos primeras
obras, habíamos recibido con gran satisfacción la tercera, El Emblema del traidor, que mostraba una evolución razonable de su
trabajo literario. El premio Ciudad de
Torrevieja, no venía sino a hacer justicia a un escritor que había
conseguido entusiasmar a decenas de miles de lectores de países y lenguas muy
diversas. Era la apuesta a ganador de una editorial importante que comprometía
una gran tirada.
Sin duda, el periodista que en pos de un sueño se había convertido en
escritor, había alcanzado el éxito. Es algo muy difícil, pero no deja de ser el
éxito del pequeño, de quien partiendo de la nada llega al Olimpo. Estos tres
libros, por sí mismos, ya constituyen una bibliografía razonable. A partir de
aquí caben dos opciones, puedes entregar secuelas del mismo personaje que ya ha
captado el interés, escribir de él siete
aventuras más con una razonable esperanza de ventas, entregar obras por
encargo, dejarte sugerir temas o guiones que se venderán bien; o, por el
contrario, jugártela con otra obra capaz de sorprender y emocionar de nuevo a unos
lectores que ya esperan mucho de ti. Romper todo, abandonar la molicie y los
parabienes y arriesgarse a iniciar una nueva travesía. No todos lo consiguen.
Podría citar multitud de ejemplos, de quienes atrapados por una autoestima
rayana en la soberbia, han entregado obras absurdas que han dejado
desconcertados y perplejos a unos lectores que las empezaron a leer con
entusiasmo.
Transparencia
Del estilo de Juan Gómez-Jurado, ya circula una nube de críticas y
críticos con sesudas reflexiones,
acertadas, profundas y muy bien escritas. Hay además un torrente de de
recomendaciones que sus lectores hacen recorrer en cuantas redes sociales el
ciberespacio puede albergar, donde el autor es un personaje conocido y
envidiado. De todas ellas, y no quiero ser inventor de nada, resaltaré la que a
mí más me impresiona y lo que espero volver a encontrar en su obra: una
narración que mantiene un ritmo constante. Nada detiene el devenir de los
acontecimientos que desgrana. No importa
que de un capítulo a otro, el tiempo y el lugar cambien radicalmente, el lector
mantiene intacto su interés. ¿Por qué?
La Literatura de Juan Gómez-Jurado es transparente. No hay nada que obligue al lector a esforzarse en
comprender. No hay personaje, o lugar, o situación que distraiga la
concentración de quien lee. Nada de lo que escribe “te saca” de la obra. No
necesitas acudir al diccionario, o reflexionar, o releer para comprender, no
hay afirmación que te produzca rechazo, que te ponga en guardia por tus
creencias, que te manipule o conduzca a compromisos ideológicos inaceptables.
Es como si atravesaras un cristal imperceptible y vivieras y sintieras como un
personaje más de su obra.
Hasta ahora, y digo hasta ahora con mucho miedo, Juan Gómez Jurado no
ha caído en la tentación de lucirse con frases grandilocuentes. Con párrafos
versallescos. Con demostraciones evidentes de poderío literario. Y seguro que
habría podido hacerlo. Entre la erudición de Góngora, o la brillante chispa de
Quevedo, Juan ha elegido la sencillez del verso de Lope. Y no crean que es
fácil. Cuando “estás” en Tel Aviv o en Sevilla, los lectores saben mucho esos
sitios, han visto películas, imágenes y noticias que guardan sin querer en su
memoria. Hace falta documentación, exacto conocimiento del lugar para que la obra
sea verosímil, para que el lector siga los acontecimientos con la certeza de
que si viajara a tal o cual sitio, podría recorrer el mismo camino que los
protagonistas con sólo el libro como guía.
Y hace falta, además, renuncia al protagonismo por parte del escritor,
humildad, y respeto al personaje. La gente es buena o mala, lista o torpe, leal
o mezquina.
Un personaje no puede atesorar cualidades inverosímilmente
contradictorias.
No es posible ser zafio y pretender cautivar al lector. No se puede alardear
de conseguir que el lector mantenga la empatía con alguien que tiene mala
suerte, mal aspecto o comete torpezas que quien lee no cometería jamás. La
realidad debe superar a la ficción llegado el caso. Y si no es así, el lector debe desear muchísimo que tan extraordinario hecho suceda. Ese
es el regalo de Juan Gómez-Jurado a sus lectores. Sus desenlaces merecen la pena.
Esperanza
Espero ilusionado La Leyenda
del Ladrón. No he visto el vídeo promocional, no he leído ninguna reseña.
Estoy ansioso por leer las cien primeras palabras, seguro de no poder parar
hasta las cien primeras páginas, y conocer a sus tres primeros personajes.
Y después se lo cuento. A quien quiera conocer mi opinión como crítico
literario, pues, aunque a Juan Gómez-Jurado lo respeto como amigo, y sobre todo
por eso, porque espero grandes obras de él, no les mentiré.
Dicen que son setecientas páginas. Si responden a mi esperanza seguro
que no sobra ninguna.
Solo discrepo en una cosa, a mi el fragmento he leído de la leyenda sí me ha hecho reflexionar, y mucho. Creo que una auténtica novela de aventuras que además te haga reflexionar es doblemente valiosa. Le pasa a Reverte y le pasaba a Baroja.
ResponderEliminarYo creo que la idea es que te haga reflexionar después. Pero ya lo hablaremos despacio cuando se la haya leído Juan Carlos, y vosotros!
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