viernes, 22 de marzo de 2013

L I B E R T A D ( I )


 
“Al Excmo. Sr. D. Gaspar de Jovellanos:

                   Señor. La reputación de que gozáis en Europa, vuestras ideas liberales…debe haceros abandonar un partido que sólo combate por la Inquisición,  por el interés de los Grandes de España,… (y aceptar) la Libertad constitucional, el libre ejercicio de la religión,…etc.”
 

Así se expresaba José I Bonaparte, Rey de España por la fuerza de las tropas de la Revolución Francesa, en carta dirigida a Jovellanos, ilustrado, liberal y reconocido intelectual que debería haber aceptado el evidente progreso social que suponían las ideas revolucionarias. Ideas que empezaron a transformar el Mundo desde aquel día de 1789, en que los franceses se alzaron contra el yugo de la monarquía absoluta. Sorprendentemente, Jovellanos y la mayoría de los españoles, lucharon por restaurar esa monarquía esclavizante al memorable grito de ¡!Vivan las cadenas!!, en la que, para mayor escarnio, hemos dado en llamar Guerra de la Independencia.
 

 

El concepto que se expresa con la palabra libertad, lo podemos encontrar en todas la lenguas del Mundo y en todas las épocas de la Historia del Hombre, sin embargo, la promesa, la aspiración que se esconde tras esa idea ha ido cambiando con el tiempo.

 

Cuando existía la esclavitud, lo que esperaba un esclavo al alcanzar la Libertad tenía la dimensión  equivalente a la severa privación que de toda clase de derechos padecía. Hoy , ya no hay esclavos como aquellos africanos arrancados de sus hogares y tratados como bestias en el mundo “civilizado”.

Hoy, tampoco hay en Europa ciudadanos sometidos por crueles dictaduras o monarquías absolutas, donde tan sólo pensar de forma diferente resulta perseguido. Hoy, y en gran medida gracias a aquella Revolución Francesa, todos los ciudadanos europeos son libres.

 

Y también, con algunas excepciones, hoy, en 2013, los ciudadanos del Mundo viven dentro de sistemas sociales que les permiten gozar de su Libertad.

 

Entendemos por sistema social aquella organización colectiva que limita los derechos y libertades individuales para permitir el bienestar y progreso de las comunidades humanas cada vez más numerosas.

 

Así que, lo que antes era una aspiración por alcanzar, ahora debe trocarse en una reflexión sobre cómo y cuánto hemos alcanzado nosotros de la tan ansiada e irrenunciable Libertad, pues es este atributo, irrenunciable, lo que nos ha permitido llegar hasta aquí. Sí, cualquier dictador de tres al cuarto sabe que cuanto más privas a un hombre de su Libertad, más esfuerzo y trascendencia tiene su lucha por recuperarla. La Libertad es una orden ejecutiva en nuestra programación genética, como dicen hoy los psicólogos PNL.

 

La única forma posible, pues, de mantener a amplios segmentos de la población ciudadana privados de libertad es que no lo sepan. Privarles sólo de aquella parte que el explotador necesita y mantenerlos convencidos de que lo que tienen es lo máximo a lo que pueden aspirar.

 

Y aquí es donde entran en juego los “sistemas legales”. Amparados, más o menos, por decisiones democráticas, los sistemas legales delimitan la libertad a la que tienen acceso los ciudadanos de las sociedades modernas. La ecuación es bien fácil de resolver: a mayores restricciones legales menor libertad.

 

Dicho en leguaje coloquial, lo que antes eran barrotes y cadenas, ahora son leyes. A los que antes rompían sus barrotes y cadenas, los oprimidos les llamaban libertarios, los consideraban héroes y los ayudaban a escapar de sus amos. Ahora, sean cuales sean sus motivos, los que rechazan o infringen las Leyes, se llaman delincuentes y, todos,  colaboramos para que vuelvan a su jaula, esta vez llamada cárcel.

 

No crean que propugno la anarquía. La Leyes son un avance racional que permite eliminar el uso de la fuerza bruta y la disputa permanente entre individuos para defender sus derechos. De hecho, desde que las comunidades humanas se han hecho tan numerosas, las leyes se han convertido en el soporte imprescindible de la Libertad. Pero… ¿qué leyes?

 

Los ciudadanos tenemos el derecho y el deber de reflexionar sobre la forma en que nuestras leyes limitan nuestra Libertad.

 

Las leyes deben ser percibidas por cada uno de los ciudadanos como un soporte, una protección y un conjunto de obligaciones posibles de cumplir sin renunciar a los elementos básicos de nuestra dignidad humana.

 

Los ciudadanos debemos tener la certeza de que todos somos obligados a cumplirlas, es decir,  que no hay ningún colectivo o persona que, incumpliéndolas, se beneficia arteramente de que los demás las cumplan. Las leyes no deben ser concebidas para someter a unos y beneficiar a otros.

 

Una sola excepción inhabilita un sistema legal. Es como un globo que mantiene bajo tensión al aire en él contenido, un solo pinchazo, una excepción, hace estallar al sistema. Quiero, pues, traer aquí el artículo 56 apartado 3 de la vigente Constitución Española: " 3. La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad." Es decir, al Código Penal. ¿Seguimos gritando ¡vivan las cadenas!?.

 

(Continuará)
 





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