miércoles, 27 de noviembre de 2013

El Capitalismo tiene los lustros contados


Ayer, el ayer de cualquier día, escuché las palabras del profesor Jorge Riechmann. Invito a quien lea esto a que, si no lo conoce ya, busque sus referencias. Con sus palabras pausadas, exentas de cualquier algarabía y, sobre todo sabias, iba descorriendo la cortina del engaño, de la ilusoria tierra prometida, de la falsaria esperanza de un mundo mejor que nos venden cada día los voceros de la biotecnología. La creciente oferta de comodidades y productos que es el instrumento con el que el Capitalismo está acabando con el Mundo.

Citó las palabras de Manuel Sacristán cuando trataba de encontrar un nuevo compromiso entre la sociedad humana y la ciencia y la tecnología:”… la ética es para la ciencia y la tecnología lo que sería poner frenos de bicicleta a un reactor intercontinental…” Ante tan desanlentadora afirmación, reflexionaba Riechmann que deberíamos, en el hipotético caso de que el uso del tal reactor intercontinental fuera indispensable, incrementar la potencia de los exiguos frenos de bicicleta de Sacristán. Es decir, la ética debería ser capaz de frenar efectivamente el poder de la ciencia y la tecnología.


Reconozco que durante mucho tiempo milité en el bando equivocado. Lector ávido, quise creer que los vaticinios de Isaac Asimov que nos lanzaban a conquistar nuevos planetas, o las enigmáticas novelas de Dan Brawn, que predican un paraíso en la tierra gracias a la ciencia y la tecnología vencedoras de cualquier cortapisa moral o religiosa, que esas elucubraciones novelescas, eran el camino a seguir. 

Sólo una hora escuchando la verdad sin ningún alarde de erudición, sin ningún afán de protagonismo tertulianesco, con la absoluta humildad de quien podría presumir de autoridad como ningún otro, me descabalgó de mis errores y comprendí la magnitud del engaño en el que estaba sumido.
La ciencia, abandonando cualquier otro camino que condujera al conocimiento, se ha entregado al desarrollo de la tecnología. Y el desarrollo basado en una tecnología necesitada de financiación, que es el instrumento de dominio del Capitalismo, se ha convertido por tanto, la tecnología, en el modo con que éste domina al Mundo.

Contaba Riechmann que el Capitalismo para su desarrollo necesitó de yacimientos naturales, inventores eficientes, hombres trabajadores, mujeres dedicadas fervorosamente a la educación de sus hijos, etc… y a todo ello va consumiendo y desbaratando inevitablemente.  Hoy todo se financia, hasta el tiempo. Y con la amortización, el Capitalismo recupera con avidez todo lo que parece haber entregado a la sociedad y cada vez en menos tiempo. “Mi máximo plazo de amortización son diez minutos” confesaba un poderoso banquero.

Con la globalización, el límite de la conquista capitalista es ya el Planeta y estamos a punto de perderlo. La tecnología llegará a ser capaz de crear un universo de productos que la empobrecida masa social será incapaz de adquirir. Y para ello consumirá la Naturaleza y pondrá en grave riesgo la subsistencia de la Humanidad. Ninguna señal de alarma medioambiental parece capaz de limitar su expansión. 
Paralelamente al desarrollo capitalista,  y a pesar de él, las sociedades han ido desarrollando el sistema de convivencia en paz que llamamos Democracia. 

En este momento, dice Riechmann, el único obstáculo entre el Capitalismo y el desastre matemático al que parece abocado es la Democracia. Y hasta tal extremo lo cree así, que afirma rotundamente: “a mayor democracia, menor Capitalismo, y, a mayor Capitalismo menor Democracia”. Lejos ya pues aquellas batallas perdidas entre Capitalismo y Comunismo o cualquier otro sistema económico-social. Estamos ante la última barrera frente al desastre.

Nos invita a una permanente movilización contra el Capitalismo, a no conformarnos con participar en las manifestaciones programadas; a militar en nuestras conciencias; a desconfiar y combatir sus propuestas; a educarnos en la ética, en el respeto a la Naturaleza y en la solidaridad social.

Parafraseando a GIORGIO RUFFOLO que hace tiempo ya vaticinó que “el Capitalismo tiene los siglos contados”, y deduciendo del desarrollo exponencial de los fenómenos sociales el rápido deterioro del entorno, cree Riechmann que el “capitalismo tiene los decenios, tal vez los lustros, contados”. 
Y este siglo veintiuno es, para el profesor Riechmann, el momento del desafío. (entre el Capitalismo y la Democracia).

De nosotros, esto lo digo yo, depende que el Capitalismo desaparezca, como parece inapelable, acabando también con el Planeta y la Humanidad, o por el contrario, lo haga como una pesadilla de la que el mundo pueda despertar. 

Y esto lo pensaba ayer mientras escuchaba a Riechmann, pero seguramente hoy no haré nada. Luchar contra el Capitalismo es duro. Contra la Televisión, el consumo de energía, el uso del agua caliente, las compras atractivas, el olvido de la gente que sufre, la ignorancia consciente de que hay quien no tiene nada y nunca lo tendrá, el miedo a caer entre los desesperados, ….Las tentaciones capitalistas son casi irresistibles y el miedo a su persecución grande. Probablemente deje la lucha para mañana. Pero cada mañana será ayer cuando escuché las palabras pausadas y ciertas de Riechmann…

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