Ese día no hace mucho, Vicente y Toni Pérez junto a Vte. Munsuri, que así se llaman, se calzaron dos guitarras y una caja de percusión; y, cuando eso sucede, los que los que hemos cumplido veinte años varias veces, como dice Serrat, acudimos al evento, sea donde sea. Y allí, sumergidos en su música, recordamos la mano que estaba en nuestra mano cuando escuchábamos por primera vez esas canciones que nos abren la puerta al tiempo infinito.
Y ese día, también acudieron al concierto por primera vez,
algunos que, aunque aún no lo saben, dentro de veinte años recordarán con esas mismas
canciones quien estaba a su lado y les daba la mano.
Esta vez sucedió en la Casa de Patraix, un lugar lleno de
carácter donde los jóvenes sin edad gozamos de la hospitalidad vigilada de Carmen,
una reencarnación de posadera legendaria, que indulgente nos permite que seamos
lo que fuimos. Es un lugar al que hay que ir al menos una vez en la vida y si
es para Vibración, se puede repetir.
Dicen que el alma funciona como una cesta de cerezas. Sacas
una emoción y la siguen todas las demás. Pero para que eso pase hace falta que hayas
vivido el amor y la belleza alguna vez. Y si es con música mejor. Pasan tantas
cosas anodinas e insignificantes, que olvidas para siempre casi todo y la vida
corre el riesgo de no ser nada. Pero la música no, esa permanece, y junto a
ella todo lo bello y maravilloso del momento. Acude al concierto sin miedo,
almacenarás vida. Parafraseando al poeta: un acorde un mundo, una canción, un
cielo, ¿Y un beso? ¿Qué sonaba en aquel beso?
Cuando la guitarra suena, con sus cuerdas vibra el alma de
quien la escucha porque la música está incrustada en nuestro corazón como las
marcas kilométricas del camino de la vida. Pero su magia funciona, y sólo
volvemos a recorrer aquellos momentos en los que fuimos felices.
Ahora, a Vibración, los acompaña a veces Laura
Alexandra, es la siguiente generación heredera de aquel ADN que hace felices a
quienes la escuchan cantar. Con ella el concierto es más intenso y cada uno vive
con más pena la última de las doce campanadas que pone fin a la magia.
Dicen que cuando la cuerda de una guitarra vibra, todas las
demás que están afinadas con ella vibran también. Así que, aunque no tengas a
quien coger de la mano, nunca estarás solo escuchando a Vibración. La
emoción se contagia en sus conciertos; la emoción, la simpatía, la felicidad… Y
así cada vez, sean cuales sean las canciones que interpreten.
Volverán a sonar el 9 de enero en el Cabañal, en Zeta 11, un
lugar fácil de encontrar. Ya se sabe, los juglares aparecen de improviso y te
regalan canciones por un plato de sopa. No sé qué sopa dan en Zeta 11 pero
merecerá la pena por escucharlos.
Vicente, Toni, Munsuri, Laura… ellos sostienen el espejo que
hay que atravesar para llegar al lugar maravilloso que todos recordamos y que
todos deseamos. Su música es el puente que enlaza lo felices que fuimos con lo
felices que seremos. No importa que hoy sea triste. No importa que el mañana
soñado sea incierto y difícil de alcanzar. A través del espejo todo es posible.
Deja que suceda.
Let it be.
José Carlos Morenilla.




